Crónica: El cinturón, nuestro sicólogo


Mundo
viernes 20 de septiembre de 2019

TDS


En los tiempos de mi infancia, nuestros padres nos castigaban por cualquier cosa. Y lo hacían con gruesos cinturones, palos de escoba, cucharones de la cocina o chancletas, hoy eso es imposible, la ley protege a los niños.


Hace unos días un amigo me llamó con urgencia para que le sirviera de testigo en el Instituto de Bienestar Familiar, para que yo contara la manera en que él estaba criando a sus dos pequeñas hijas. Todo porque una chiquilla de diez años le hizo una pataleta pues no le compraba unos zapatos carísimos –que él no podía costear-. Para quitarle la
berrieta, mi amigo le dio una palmada en las nalgas y la niña llorando se asomó al balcón de su vivienda y llorando a moco tendido comenzó a gritarle a los vecinos que su papá la estaba matando.

Los vecinos llamaron a la policía de infancia y adolescencia y estos pronto llegaron a la casa, encontrando a la niña llorando y procedieron a llevársela para una comisaría de familia, junto con el papá; Los funcionarios de Bienestar Familiar, la enviaron a medicina legal para que la revisaran y la evaluaran; por supuesto que no le encontraron ninguna lesión, pero conminaron al padre –quien es separado y él mismo cría a sus dos hijas, fruto de su frustrado matrimonio- para que no volviera a castigar a sus retoños.

Después de ese episodio, en esa casa todo volvió a la normalidad, pero yo me quede pensando en los tiempos de nuestra infancia, en la que los castigos físicos, eran cuestión de todos los días y por cualquier circunstancia, una palmada en las nalgas, era una simple caricia, hoy en día es un delito.
En los colegios de antes, los profesores siempre tenían encima del escritorio una regleta con la que castigaban severamente –golpeándonos fuertemente en la palma de la mano- ante cualquier asomo de indisciplina en el salón los profesores de hoy en día no pueden ni siquiera levantarle la voz al alumno, porque pueden ser demandados y tener graves problemas ante la ley.
Mi papá tenia una técnica muy efectiva para castigarnos: En Tunja el mercado es los viernes y cuando yo tenia unos diez años y estaba en primaria, el viejo nos advertía, que quien perdiera siquiera una materia, durante todo ese mes, el castigo consistía en cargar un costal de mercado, terciado al hombro, desde la plaza de mercado hasta la casa, a pie y distante de unos 20 cuadras, pasando por la plaza de Bolívar, para que los amigos lo vieran a uno y que posteriormente se burlaran en el colegio –sobra decir que a mi me tocaba cargar el mercado todos los viernes del año, a causa de mi indisciplina en el colegio.-.

Estando bien chiquitos, jugábamos en la calle, al frente de nuestras casas a los ponchados, guerra de bombas de agua, policías y ladrones y cuando ya estaba oscureciendo se asomaba mi mamá con cara de sargento y nos decía:” Para adentro o es que piensa dormir en la calle…”.

Y entonces uno le rogaba a la mamá, “pero si es temprano, déjenos jugar otro ratico” y si la mama estaba de buen genio, decía, “bueno pero cinco minutos mas…”. Hoy en día los muchachos hacen lo que se les viene en gana, los papás no les pueden decir nada o terminan envainados como le ocurrió a mi amigo, a quien por poco le
quitan la custodia de sus hijos.

Un hijo puede demandar a su papá por violencia intrafamiliar, si este le grito o le recriminó algo, la ley protege a los menores. Antes de que existiera el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, que fue creado por el expresidentes Carlos Restrepo, en el año de 1967, las reglas eran claras en la casa: O se portaba bien o tenia su cueriza, punto. Nos formaron así, gente de bien, hoy en día con las nuevas medidas protectoras de los menores, no se sabe.
El mejor sicólogo de mis tiempos era el rejo, hoy se si mira mal a un niño, hay que llevarlo de inmediato a donde el sicólogo para que le devuelva sus derechos a la malcriadez.


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